Bueno aquí sigo con mi gastroenteritis que me está dejando un poco débil.
Os recomiendo este libro de Mitch Albom: Martes con mi viejo profesor. A mí me sirvió para cambiar la manera de afrontar las cosas. No sólo vale para enfermos o familiares. Vale para cualquiera que quiera dar un pequeño giro a su vida y valorar qué es realmente importante.
Os animo a leerlo. Yo iré poniendo fragmentos del libro en el blog. Por supuesto tiene fragmentos duros pero reales.
... La ELA es como una vela encendida: te funde los nervios y te deja el
cuerpo como un montón de cera. Suele empezar por las piernas, y va subiendo.
Pierdes el control de los músculos de los muslos, de manera que no eres capaz
de mantenerte de pie. Pierdes el control de los músculos del tronco, de modo
que no eres capaz de mantenerte sentado y erguido. Al final, si sigues vivo,
estás respirando por un tubo que te pasa por un agujero de la garganta,
mientras tu alma, completamente despierta, está presa en una cáscara flácida,
quizás capaz de pestañear, o de chascar la lengua, como un ser de una película
de ciencia ficción, el hombre congelado dentro de su propia carne. Esto no tarda
en llegar más de cinco años contados desde el día en que contraes la
enfermedad....
.... A pesar de lo cual, allí estaba Morrie hablando con la capacidad de
asombro de nuestros años de universidad, como si yo no hubiera hecho más
que tomarme unas largas vacaciones.
-¿Has encontrado a alguien con quien compartir tu corazón? -me
preguntó.
«¿Estás aportando algo a tu comunidad?
«¿Estás en paz contigo mismo?
«¿Estás procurando ser tan humano como te sea posible?
Yo estaba violento, intentando dar a entender que me había enfrentado a
fondo a estas cuestiones. ¿Qué me ha pasado? Hubo un tiempo en que me
prometí a mí mismo que no trabajaría nunca por dinero, que me afiliaría al
Cuerpo de la Paz, que viviría en sitios hermosos e inspiradores.
Por el contrario, llevaba ya diez años viviendo en Detroit, trabajando en
un mismo sitio, siendo cliente de un mismo banco, acudiendo a un mismo
peluquero. Tenía treinta y siete años; era más eficiente que en la universidad,
atado como estaba a los ordenadores, a los módem y a los teléfonos móviles.
Escribía artículos sobre deportistas ricos, a la mayoría de los cuales la gente
como yo no les importaba lo más mínimo. Yo ya no era más joven que mis
compañeros, ni tampoco andaba por ahí con sudaderas ni cigarrillos apagados
en la boca. No mantenía largas discusiones sobre el sentido de la vida mientras
comía sándwiches de ensalada de huevo.
Tenía ocupados mis días, pero seguía insatisfecho durante buena parte del
tiempo.
¿Qué me ha pasado....
Ya os iré dejando otros fragmentos